Querer… ¿es poder o no es suficiente?
Cuando se trata de alcanzar un objetivo, ya sea laboral, académico o de cualquier otra naturaleza, además de ser imprescindible superar determinados “obstáculos” que se presentarán en forma de exámenes en el caso, por ejemplo, de una oposición o de dominio del rol de trabajo en el ámbito laboral, será necesario conquistar algo que es común a todos los escenarios: la capacidad de sacrificio. Debemos ser capaces de “entregar” algo para obtener algo a cambio y esa es parte fundamental del juego en el que participamos cuya finalidad es la de alcanzar el objetivo marcado siendo, en el caso que nos interesa, la plaza de funcionario público a través de un proceso de oposición.
En ese sentido, podría tener validez uno de los refranes más famosos y aplicables a nuestra vida cotidiana, que no es otro que “El que algo quiere, algo le cuesta”. Por supuesto, el esfuerzo que debemos realizar a la hora de enfrentarnos a una oposición es considerable, hasta titánico en algnos casos, en cuanto a la cantidad de horas que dedicaremos al estudio, a las horas de sueño y descanso, al entrenamiento, almentación u ocio. Es imprescindible (o, al menos, deseable) no sólo conseguir un equilibrio entre todos estos factores sino alcanzar la capacidad de respetar y ejecutar el plan. Aunque existen cientos de pautas y técnicas y aplicaciones y todo tipo de “manuales” que nos orientan y nos dan la solución de una manera aparentemente sencilla, no podemos olvidar que por cada persona que oposita existe una situación particular que hará que lo que sea efectivo para unos sea totalmente inútil para otros. Lógicamente, una persona estudiante de 23 años que acaba de graduarse y todavía no se ha emancipado debe elaborar una estrategia distinta a la de una persona trabajadora de 38 años, a la de un parado de 53 años o la de un funcionario que quiera promocionar y las estrategias de los cuatro, aun siendo buenas y realizadas de manera correcta no serían adecuadas si entre ellos intercambiasen los papeles. Podríamos definir cientos de ramificaciones de las situaciones personales de cada uno de ellos y probablemente no encontraríamos un plan que fuese definitivo y bueno para todos (hay personas con hijos o con mayores a cargo, personas de 60kg o de 90kg, personas que dominan las matemáticas pero tienen dificultades para expresarse, personas de corren 1km en 4 minutos o personas que no saben nadar, personas miopes, con ansiedad o con la tensión baja, personas que necesiten el trabajo y un largo etcétera prácticamente infinito).
Una vez llegado al punto de definir con exactitud y realismo (de manera totalmente objetiva) la situación en la que nos encontramos, podremos establecer la relación de los principales apartados de nuestra estrategia y estudiar cómo ponerla en práctica. Ya estamos listos, pues, para enfrentarnos al proceso, superarlo y conseguir la ansiada plaza por la que lucharemos durante los meses que dure la fase de oposición. Pero, aun así, falta algo esencial que debemos trabajar e incorporar a nuestra rutina de vida (válido para todas las situaciones que se nos presentan y presentarán en los 83 años de media que vivimos en España según datos de 2023) que no es sino nuestra capacidad de tolerancia a la frustración o al fracaso y, por extensión, la capacidad de recuperarnos ante estos.
Es aquí cuando surgen en determinados canales, generalmente en la órbita de las redes sociales o determinados manuales de autoayuda, peligrosas proclamas como “Querer es poder, lo demás son excusas”, “Querer es poder pero no basta con quererlo, hay que desearlo”, “La fuerza no viene de la capacidad corporal, sino de la voluntad del alma”, etc. y, aunque aparentemente se trata de frases motivadoras e inofensivas, pueden llegar a convertirse en un verdadero enemigo de nosotros mismos, ya que vierten un mensaje que no siempre es cierto ni aplicable para todos.
De entrada, somos conscientes de que las plazas que se ofertan, por muchas que sean, no son ilimitadas, por lo que muchos opositores no superarán las pruebas. ¿Quiere esto decir que no estén capacitados para conseguir la plaza? Creo que no, más bien todo lo contrario. Hay casos reales (y no son pocos) en los que opositores han quedado eliminados durante el proceso perdiendo la opción de conseguir la plaza habiendo realizado un esfuerzo realmente admirable y dominando la materia a un gran nivel. Ejemplos en los que el opositor que mejor nota había obtenido en el primer examen tipo test se quedaba fuera por “falta de motivación” en las pruebas psicotécnicas o el que obtuvo el puesto 22 en una oposición en la que se ofertaban 21 plazas por haber interpretado erróneamente el enunciado de una pregunta corta del último examen cuando conocía la respuesta casi de manera literal, lo que supuso quedarse a 0,17 puntos de la nota de corte.
Como mencionaba anteriormente, es crucial que nos organicemos, que seamos serios a la hora de programar nuestro estudio y nuestro descanso; es crucial ejecutar la estrategia y llevar a cabo aquello cuanto hemos establecido en nuestra hoja de ruta y es fundamental darle preferencia a la comprensión del contenido antes que a su memorización. Memorizar es útil, por supuesto, y puede sacarnos de muchos problemas en algunas partes de los ejercicios, pero ampliar nuestra perspectiva e intentar comprender cómo funciona, supondrá la diferencia entre perderse en el mar del último ejercicio práctico o llegar a puerto y bajar del barco con la satisfacción del trabajo bien hecho y, aun así, nada nos asegura conseguir la plaza.
Por este motivo, no debemos dejarnos llevar por las consignas de motivación que rozan la magia que muchos reparten por el mundo a la ligera o, al menos, no debemos dejarnos llevar ciegamente por el “Querer es poder”. Es bueno que nos sintamos motivados, por supuesto, pero más importante es poder levantarnos si caemos, no desanimarnos si vemos que nos quedamos cerca, reconocer en qué hemos fallado e intentar corregirlo la próxima vez. Es importante ser conscientes de que podemos cometer errores, tropezar, caer, a pesar de haberle dedicado incontables horas, haber hecho innumerables ejercicios de prueba o haber seguido a rajatabla todo aquello cuanto nos hemos marcado en la estrategia. Podemos fallar y es entonces cuando el “Querer es poder” no funciona y nadie está en situación de decirnos que podemos alcanzar un objetivo sin ser nosotros mismos, pero tampoco podrá afirmar nadie que no podemos hacerlo. Claro que todo es posible y todos partimos con las mismas opciones de éxito, pero en esta historia existen muchos factores, además de nuestro esfuerzo, que podrán influir en el resultado.
En conclusión, no debemos ser creyentes ciegos en ese sentido porque no, por desgracia no llega con querer hacerlo, aunque sea el primer paso esencial para conseguir nuestro objetivo. Por supuesto, si no se intenta no se consigue, pero también es necesario ser conscientes de que existen factores que influirán y que no podemos controlar y, sobre todo, debemos ser capaces de levantarnos si caemos. El camino hacia la plaza puede ser rápido pero también puede llegar a convertirse en una peregrinación (a veces en un calvario) y, en cualquier caso, no será fácil. Sólo cada uno de nosotros sabrá qué dirección tomar en cada momento.
Mucha suerte a todas y todos en vuestro periplo.
Etiqueta:estrategia, estudio, motivación